Las películas de Frank Capra siempre han encontrado una acogida desigual. Al problema general de saber cuáles son los criterios de los que disponemos para juzgar una película se une el problema particular de saber cuáles son los criterios de los que disponemos para juzgar el cine de Capra. ¿Cuál es el uso que podemos hacer de su obra, si aún es útil? La recepción pone de manifiesto las dificultades de nuestra apreciación y compromete nuestra gratitud con el director que casi treinta años antes de la politique des auteurs ponía su nombre delante del título y formulaba el credo de “Un hombre, una película”. ¿Qué es lo que le debemos a Capra? (La pregunta supone que el propio Capra será capaz de ayudarnos a encontrar una respuesta. “Todo se lo debo a George Bailey.” Así empieza ¡Qué bello es vivir!)
¡Qué bello es vivir! es la obra maestra de Capra. Su perfección estrictamente cinematográfica reside en la subordinación de la técnica al argumento, pero el argumento esconde una discusión con el realismo cinematográfico y la propia naturaleza del cine que resulta preciso esclarecer. No se trata de que Capra mostrara en esta película su aspecto más melancólico o se despidiera del cine clásico. ¡Qué bello es vivir! fue una película independiente del sistema de producción de los grandes estudios de Hollywood y, en muchos sentidos, podríamos considerarla la última película de Capra; sería posible, incluso, reconstruir toda su cinematografía con los préstamos autobiográficos y artísticos que contiene. Cada secuencia y cada plano fueron pensados detenidamente por su director para que el desdoblamiento narrativo entre la existencia y la inexistencia del protagonista, George Bailey, fuera paralelo a una profunda reflexión sobre el sentido del cine cuyo uso, sin embargo, ya no podría ser exclusivamente cinematográfico, sino que proporcionaría una clave para el entendimiento de la obra de Capra como una obra característica de la tradición de trascendencia que se remonta por encima de Hollywood a Emerson y Thoreau con el propósito de contrarrestar la amenaza del escepticismo y darle un sentido a la experiencia humana.
Generaciones de espectadores recuerdan el final de la película, la vuelta a la vida o el retorno a casa, la recuperación de la visibilidad cinematográfica, la reaparición de los pétalos en el bolsillo del pantalón y de la sangre en el labio partido del protagonista: de la vida, que vuelve a fluir inconteniblemente como vuelve a caer la nieve sobre Bedford Falls. Podríamos discutir si el final feliz es, o no, un logro artístico o una mera exigencia social, pero lo que realmente significa ese final, extraordinariamente breve por comparación con lo que le ha precedido, es la vida de George Bailey. ¿Qué es lo que garantizan las imágenes de George Bailey cuando ha conquistado su casa? Sólo garantizan una cosa: la continuación de la vida. No garantizan la derrota del mal ni el triunfo del bien, sino la posibilidad de que la vida siga fluyendo cuando la experiencia ha sido rebasada. El mejor uso que podríamos hacer del cine, entonces, ya no será sólo cinematográfico, aunque no podría ser más realista: cerrar la puerta a la duplicidad y registrar lo que existe la naturaleza de las cosas exige que nos reconciliemos con las verdaderas condiciones de la vida, que aprendamos a vivir en la tierra como en nuestra propia casa y a encontrar y conocer un mundo en cualquier parte, incluso en las películas de Hollywood.
Antonio Lastra es doctor en Filosofía por la Universidad de Murcia y profesor de Filosofía en el IES ‘Antonio Menárguez Costa’ de Los Alcázares de Murcia. Es autor de los libros La naturaleza de la filosofía política (Murcia, 2000), Estética. El sentido de la experiencia (Madrid, 2000) y La Constitución americana y el arte de escribir (2002), y editor de La filosofía y el cine (Madrid, 2002) y Los reinos de Santayana (Valencia, 2002), además de numerosos artículos de filosofía, literatura y estética. Ha traducido, entre otros, a Immanuel Kant, William Hazlitt, Henry James y Stanley Cavell. Es codirector de la revista Caracteres literarios. Ensayos sobre la ética de la literatura, secretario de Res publica. Revista de la historia y del presente de los conceptos políticos y director de publicaciones de la Sociedad de Filosofía de la Región de Murcia. Coordina los cursos de Filosofía y cine de la Biblioteca Regional de Murcia.