La acusadísima personalidad cinematográfica de Dos en la carretera (Two for the Road, Stanley Donen, 1967) constituye un acicate para la curiosidad del analista. El film huye de los convencionalismos y presenta una estructura compleja, siguiendo el ritmo de la memoria y del pensamiento de los protagonistas en detrimento de la depresión y el estancamiento del presente. Todo transcurre en la mente de Mark y Joanna Wallace (Albert Finney y Audrey Hepburn), un matrimonio que se plantea el divorcio; toda acción parece sustraída a los recuerdos en los que resulta estar confinada. Y aunque pasa el tiempo, cambian los vehículos y maduran los personajes, ciertas cosas se mantienen a pesar de los baches y los accidentes, de los motores que se calan, se averían o se incendian: la carretera que recorren una y otra vez —metáfora de la vida en pareja— y la mirada del cineasta, que no se deja arrastrar por la desesperación y exprime el humor de las tragedias cotidianas.
La película exhibe con orgullo su rareza y su brillantez, basadas en una concepción poética y geométrica de la narración, hecha del eco de diálogos repetidos, de la unión de momentos distantes entre sí y de los efectos emocionales que provocan en el espectador las paradojas, las frustraciones y las deslealtades del matrimonio. El principio de transparencia es vulnerado reiteradamente, por medio de efectos distanciadores que llaman la atención sobre el discurso. Las imágenes y los procedimientos fílmicos funcionan así como unidades que se repiten, se entrecruzan, se subrayan, se confirman o se contradicen para constituir una suerte de poema de estructura dialógica. Se trata, seguramente, de la más calculada y completa plasmación de un concepto que recorre la obra de Donen: la pareja y los recuerdos como único refugio posible frente a la soledad y el vacío de un mundo absurdo.
Son muchos los interrogantes que surgen a propósito de Dos en la carretera, que constituye un episodio fundamental en la trayectoria de un cineasta veterano que pronto entraría en decadencia: se trata de la película en que el director de Siete novias para siete hermanos (Seven Brides for Seven Brothers, 1954) y Charada (Charade, 1963), también coautor de Cantando bajo la lluvia (Singin’ in the Rain, 1952, con Gene Kelly), logró armonizar mejor su rabioso individualismo y la necesaria servidumbre a un guión y a unas estrellas. Asimismo, al tratarse de uno de los primeros análisis cinematográficos sobre la crisis de la familia tradicional, el film constituye un corte en las preocupaciones de un momento concreto de las sociedades occidentales, y un ejemplo de la dialéctica del realismo y la representación que recorre toda la historia del arte.
Enfrentarse a un proyecto de estas características no resulta en absoluto sencillo, pero sí estimulante. El presente estudio trata de analizar el film pormenorizadamente y de extraer los recursos e informaciones más relevantes para una mejor comprensión del mismo y del fenómeno cinematográfico en sí.